miércoles, 14 de agosto de 2019

Té chai con pastel de matcha.

Hola a quienes han abierto esta entrada, de nuevo, soy yo, el ratón. 

No he escrito mucho por aquí últimamente, no hallaba algo interesante que decir, además de tener un poco la incertidumbre de que es lo que pasaría con esta faceta mía de "escritor". 

Creer en el mensaje tan grandioso y profundo que tienen las letras es uno de los estatutos que más han perdurado a lo largo de estos últimos 8 años, años donde he experimentado con esta manera de crear algo que, al final del día, es un reflejo de mis emociones y pensamientos. En estos meses sentí una seria falta de "ganas-de-decir-algo" o, si a caso llegase a tener algo que decir, la motivación se disuelve rápidamente en un mar de otras actividades "más productivas", es algo sumamente frustrante y aburrido, más el primero que el segundo ¿Qué se puede hacer cuando el ratón tiene la voluntad pero no la fuerza de girar a rueda? 

En fin, quisiera que esto no fuese un confesionario sobre mi falta de creatividad, mi "bloqueo". Quiero aquí presentar un pedazo del pequeño gran viaje que está llevándose a cabo en estos días, se antoja como un viaje interior (ojalá no haya sonado como un libro de coaching). Todo comienza hace unas semanas cuando los eventos que se presentaron, los cuales me reservo, me orillaron a tomar unas cuantas medidas para relajar un poco los nervios que me recalcitraban en las puntas de los hombros, una total descuadratura de existencia, no sorprende que mis entradas anteriores hayan seguido la misma dinámica: ser un completo niño sad ¿Lo interesante? estas medidas llegaron con naturalidad y, podría decirse, cierta suerte. Primero fueron los jugos naturales de Huatulco, pasando por las cenas con el calor salado de la playa, después una visita al temazcal, donde las cosas comenzaron a sentirse más ligeras, no sé que es un estado de meditación, sin embargo, por lo que comencé a experimentar ahí, en el calor y en la obscuridad. Fue caer en una poza donde el fondo parece no existir (o no existe). 

De ahí en adelante, fueron semanas donde la lectura se hizo muy presente, mucho más de lo normal quiero decir. Uno de los libros que más causó impacto fueron las Confesiones de San Agustín, tenía mis prejuicios respecto a él pero me dio una muy agradable sorpresa al descubrirse introspectivo, reflexivo y tierno, por supuesto que Dios está en cada página, en bastantes párrafos pero no resulta para nada molesto, es un nivel que no viene nada mal a la obra en si. En resumen, me encantó sumergirme en la vida de San Agustín de Hipona. 

Por supuesto que otro día seguiré con esto, creo que ha sido suficiente por hoy. 
Espero que en sus vidas todo marche bien. 

Per Aspera Ad Astra. 

En lo que encuentro qué escribir. Parte 1.

  Nunca supe como elegir libros Este blog lo comencé hace ya tres años. Esperaba poder verter en él reflexiones sobre lo que leía, de primer...