martes, 21 de abril de 2020

Cartas de la cuarentena, cuatro.


Hola, siento no haber escrito en los últimos días, sinceramente lo postergaba por hacer casi cualquier cosa. Sin embargo, aquí tienes otro resumen de mis días fuera.

Revisé que te había dicho sobre ir a Picadilly, si fui y además paseé por Soho por la tarde-noche, así fue como lo recomendaban en internet, tenía mis dudas (por eso de que no me gustan demasiado las fiestas, clubes, etc.) pero al final resultó mucho mejor de lo que pensaba, aunque no entré a los bares más abarrotados, fui contagiado con un poco de ese ambiente jovial veraniego de las calles. Mi recorrido comenzó en la tienda de LEGO ¡las palabras no me alcanzan para decir lo mucho que me encantó! De verdad que amo esos pequeños juguetes, había sets de casi cualquier cosa: de ciudades, de autos, de películas, robots…un vagón de metro gigante, te puedo asegurar que mis ojos debieron haber brillado durante la hora y media que estuve dentro. Por supuesto que me compré un set y un llavero, el primero fue uno de las principales atracciones de Londres, mientras que el segundo fue uno de un señor con bombín bastante tierno.

Saliendo de ahí muy contento con mi bolsa amarilla, caminé hacia Soho con la intención de tomar una buena pinta en algún pub o en algún restaurante, al final tomé la última opción dado que había demasiada gente (cabe recalcar que tampoco me di a la tarea de buscar alguno, aunque fuese uno escondido en alguna calle poco transitada). El pequeño restaurante era acogedor, se trataba de una planta baja de un edificio de dos pisos, lo escogí por los marcos exteriores de los ventanales: eran de madera pintada de blanco, la puerta principal tenía un diseño que me recordó inmediatamente a la entrada del Café de Tacuba, sin estar rellena totalmente por madera ya que la parte superior era de vidrio con detalles pintados, donde ponían el nombre del lugar junto con su teléfono. El interior era mucho mejor, con candelabros con luz atenuada, mesas de madera y, un detalle muy caluroso: la pared derecha estaba repleta de cuadros de la vida londinense, desde los pescadores hasta los oficinistas.

Me senté cerca de uno de los ventanales y pedí mi cerveza junto con un fish and chips (solo para poder tomar la cerveza). Mientras esperaba mi pescado, tomaba sorbo a sorbo la pinta, viendo a mi alrededor, en una de las mesas contiguas había una pareja comiendo el postre, un cheesecake con zarzamora, el viejo y confiable para acabar una comida, no me atrevería a decir que se tratase de una cita y no creo que en este caso sea importante, se veían sumamente a gusto. Una de ellas comenzó a tener un semblante extraño justo después de haber recibido un mensaje, rápidamente trató de remojar aquello en el café que tenía frente a ella, sin embargo, ya era tarde, su acompañante se percató de inmediato ¿Has sentido el asedio de alguien al quererte ayudar (cuándo evidentemente no quieres que lo haga)? Tan solo por mirar su semblante podías saber que ella no quería hablar, o siquiera permanecer más tiempo en el restaurante. Quien recibió el mensaje fue al baño, no sé por qué de inmediato pensé que haría una llamada ahí dentro, sería mejor para ella tener su privacidad. Mientras tanto su amiga pidió la cuenta y cruzó las manos, posiblemente pensando sobre lo que acaba de suceder. Nos resulta importa reunir los hechos, recabar tanta información para comprender y, en un paso más adelante, compadecer lo que el otro siente. Justo es lo que ella hacía, círculos en su cabeza, uniendo puntos, dibujando en su imaginación tanto pudiese para ayudar a su acompañante; todas las capacidades se volcaban a ese momento que había llegado, ella lo sabía. El frío recorre mi espalda de solo recordarlo. Quien recibió el mensaje salió del cuarto de baño un poco mejor. No hubo necesidad de palabras, solo se sentó a esperar la cuenta. Afortunadamente llegó poco después, dejaron el dinero y salieron. Solamente un abrazo cerró aquel momento, pienso que después hablaron por el camino.

Llegó mi pescado cuando casi terminaba con la pinta, lento pero seguro, la prisa no era algo que me importase en aquel momento. El sabor era bastante bueno, el rebozado es la clave, siempre tiene un toque único. Las papas fritas eran eso, ni más ni menos, sin quejas. La porción era adecuada, dos filetes capeados y un par de puños de papas. Comiendo, pensé sobre lo que había pasado con las mujeres de la mesa aledaña ¿No te parece impresionante como un evento inesperado, que podría representar a duras penas una pequeña parte de una tarde agradable, pudiese desarmar un encuentro? Más si se trata de una persona que procura el más alto control de lo que le sucede…un escenario muy parecido a una emergencia. Puede ser que le demos demasiada importancia al tiempo, al fin y al cabo, siempre nos recuerda nuestra finitud y sinsentido. De hecho, de eso se cuelgan varios listillos woke que prometen una vida mejor solo al rellenar ese vacío con misticismo y espiritualidad barata ¿O acaso no es irónico ver que tanta gente trate de “conectar” con su “yo interior” con a penas unas cuantas horas de Yoga? ¿Es acaso ese culto al tiempo el que nos lleva a tratar de suprimir esos momentos inesperados y negarlo? ¿Es tan importante ser feliz todo el tiempo? (llegó mi segunda cerveza, London Pride solo para aparentar mi desconocimiento total en este tema) Para los tiempos que vivimos tal vez, puedo imaginarme los dos polos, el positivo donde solamente se busca la plenitud democratizada: siempre al alcance de todos, tarea noble en la que yo mismo estaría de acuerdo justo después de alinear los índices para que cada persona pueda llegar; el negativo donde la dominación de la sonrisa es la regla general, dejar de hacerlo es una violación a la establecido. No obstante, lo que sucedió hace ya media hora tiene poco que ver con lo anterior, por que casi olvido algo importantísimo: esas mujeres debieron ser amigas, es vital entender que escapa de toda la comprensión de lo que dije antes, ya que no importa el tiempo, solo importa lo que la otra persona siente, si en ese momento quien recibió el mensaje hubiese comenzado a llorar, su amiga hubiese pedido agua para ella, hubiese tomado su pañuelo para limpiar sus lágrimas, para terminar con un abrazo. No lloró y en su lugar fue al baño a tratar de calmarse, la cautela de su acompañante fue enternecedora, no quiso exponer a su amiga al ver su intento de refugiarse de ese momento de debilidad, por eso esperó hasta estar fuera del restaurante para primero dar el abrazo y después comenzar a hablar sobre ello (y terminar con otro sincero abrazo). Ojalá esté mejor y no sea nada tan grave.

Terminé mi visita con un Cheesecake y una taza de café, la costumbre pudo conmigo, además no era realmente importante esa decisión, habría otros postres para poder experimentar, en ese momento sólo quería un sabor familiar, cercano y pensar en lo que vi.

Ya había caído la noche, las luces de los establecimientos formaban una pequeña constelación que danzaba con el movimiento de los peatones. Grupos, parejas, gente solitaria, había de todo, era otra noche en Soho. Sentí cierta nostalgia al verme rodeada de la diversión, extraño cuando solíamos salir con el squad. Paré un momento en Picadilly, para ver todo el movimiento y respirar antes de entrar al metro, todo sucedía demasiado rápido, solté mi cabeza al cielo, vi lo inmutable que parece la Luna desde abajo. Y, por un momento, solo bastaba eso y mi respiración.

Tomé el metro y volví al piso. Solo atiné en poner un poco de música y comencé a leer un poco, no lo hice por mucho tiempo, no tenía ganas. Paré la música y me quedé dormido.
Perdón si lo ultimo fue un poco dramático pero ese día las emociones estaban a flor de piel, extraño lo que fue. Creo que somos un poco mejores ahora, pero eso no borra la gran aventura que tuvimos la dicha de experimentar. Te mando un fuerte abrazo.

viernes, 10 de abril de 2020

Cartas de la cuarentena, tres.

Café de la mañana, aromática textura
y el sol con sus rayos calentando mi rostro.
Siento el ligero soplo de las horas
sentado frente al ventanal alto y azul.

La radio del piso de abajo suena confusa
entre salsa e interferencia marchando rumbo
a la calle, seguramente a esconderse en
las caderas del panadero y su ayudante.

Sonido de hojas se ahogan con la música
y los mirlos matutinos: pequeño concierto
entre aromas, colores y sabores, pronto acabará
con mi café y la hora de salir...pero sólo
soy yo y la ventana un sábado al mediodía.

miércoles, 8 de abril de 2020

Cartas de la cuarentena, parte dos.


Llegué hace unos días, el clima es muy agradable, pensaba que llovería, pero afortunadamente no ha sido así (salvo por las mañanas, pero son apenas unos chubascos). La ciudad tiene cierto encanto histórico, y la lluvia acentúa mucho eso, es como vivir en otro tiempo. Es impresionante pensar en las personas que han pasado por sus calles y que comieron en los restaurantes más viejos de por aquí, por mi parte es una característica sumamente interesante. Sin embargo, entiendo que la cotidianidad tiene un poder normalizador, las personas pasan de la forma más despreocupada y desatenta, me hace sentir cierta familiaridad.

El piso donde me estoy quedando es pequeño y acogedor, una cocineta es lo que parece ocupar más espacio, es realmente impresionante lo compacta que es: un microondas blanco con acabados que imitan a la caoba de tamaño estándar, un toque rústico lo hace ser muy agradable de usar; la alacena tiene cinco compartimientos, dos de ellos son altos y espaciosos, mientras que los demás son más pequeños y están sobre la estufa de inducción; seguido hay una tarja con la llave, el cromado está un poco gastado, entendible, quienes hayan llegado antes que yo también lavan platos, aun así la llave tiene el espíritu moderno: curvas perfectas, espirales, una manija recta con base cilíndrica…hay placer en esos diseños de principios de la década pasada, recuerdan a los que Helvex allá en México. El dormitorio está sobre la cocineta, si, sobre la cocineta, una loza rematada con cerámica hace la de piso, y se comunica con la primera planta a través de una escalera que llamaría “estilo biblioteca” de apenas unos seis peldaños. Esto es lo que más me gusta, ese detalle del dormitorio, porque tiene un ligero aire a las bibliotecas gigantes de dos pisos, pero en miniatura. Hay dos libreros con algunos títulos, no los he tocado, pero si he visto cuales son de manera poco sorprendente todos están en inglés: París era una Fiesta, Los Diálogos, el primer tomo de Los Miserables, Cementerio Marino, La Guerra y la Paz, Alicia en el País de las Maravillas, Frankenstein, La Odisea, La Ilíada y La Biblia. No creo tomarlos, traigo mis propios volúmenes, a pesar de ello, hace más acogedora la estancia. Pero lo que es un verdadero acierto es la cama, ni muy suave, ni tan rígida, un perfecto término donde la suavidad del área paulatinamente se torna en rigidez fresca, totalmente acertada. Los cobertores combinan con el color blanco opaco de las paredes del dormitorio, hasta parece que es una habitación fuera del estilo rústico generalizado. Estoy sumamente contento con la elección.

Hoy, durante el desayuno, tuve una breve reflexión sobre que tanto esperaba salir del país, no es como si fuese mi primera vez fuera. No obstante, en este viaje, incluso durante la planeación de este, tenía un fuerte dolor de cabeza al pensar en el tiempo que iba a pasar fuera, que partes iba a visitar, como iba a visitar estos lugares, si usaría uber o el metro, los detalles me abrumaban. La reflexión no me arrojo muchas conclusiones, solo pensamientos que espero que con tu ayuda podamos desenmarañar. En sí, la acción de viajar es como escapar por un momento de la realidad singular, por lo menos eso es lo que pensaba. Sabes, mi realidad es bastante cómoda, no habría, bajo lo anterior, una motivación real para irme un tiempo. Aun así, decidí tomar las maletas e irme de viaje, si se quiere, inútil ¿podría ser que solamente quería otro clima? Definitivamente no, debe haber algo más interesante. Con rapidez pensé que solamente lo hice porque si, por que podía, simple ¿ingenuo? Es la mejor respuesta que he encontrado, tal vez el tiempo por acá tenga alguna otra razón, estoy a la expectativa de la misma vida.

Mañana saldré a explorar un poco por la mañana, por la tarde haré un recorrido por Picadilly, seguro habrá una o dos sorpresas (claro de esas que uno puede imaginarse). Espero pronto volverte a escribir. Hasta entonces.


Hola, soy yo, quien escribe (¿quien más?). Primero, muchas gracias por llegar hasta el final de esta entrada, es muy especial para mi este blog. Segundo, quisiera permitirme recomendar a un blog pariente, cuelga decir que la calidad es alta. Espero le den una visita y lean lo que tiene para ofrecerles: https://entramadodesentimientos.wordpress.com/2020/04/04/el-pie-del-gigante/
Mucha fuerza y energía.

viernes, 3 de abril de 2020

Cartas de la cuarentena, uno.


Ya partí, hace algunas horas mi vuelo despegó de la ciudad. Traté por todos los medios posibles de que me tocara del lado de la ventana, pero no lo logré, a pesar de eso creo que un lugar en el pasillo entre filas es bastante cómodo, puedo estirar una de mis piernas libremente (además de tener paso rápido hacia el baño, tu sabes, me mareo mucho en los despegues y aterrizajes). Me sentía algo derrochador, compré la cena “premium”: Pato a la naranja, espero esté bueno, gasté bastante en ello. En fin, parece que el viaje será confortable, nada lujoso.

Busqué entre mis documentos el último reporte de gastos, no pude irme sin revisarlos, el año pasado no pudimos acabar con el presupuesto, por poco nos lo recortan (otra vez). Parece que todo va en orden, no hemos tenido nuevos estudiantes en los últimos meses, pero si muchos nuevos artículos que están en proceso de acabarse y otros más en espera de ser publicados, todo va sobre ruedas en ese aspecto. El maldito estaba entre los cajones, literalmente tuve que mover cada uno de ellos en el escritorio, debería seguir tu consejo y comenzar a usar más la computadora para esta clase de documentos.

Perdón, creo que me acostumbré a ver cifras y trabajo, por poco pierdo lo que tenía que decirte. Entre esos documentos encontré un libro que creía perdido, A… de C.L. En su tiempo pensé que era el mejor que había leído jamás, los pasajes parecían tan personales e intensos que crecían rápidamente como las enredaderas dentro de mí (así lo escribí en uno pequeño papel que dejé en el libro). Sin mentirte me quedé leyéndolo por más de cuatro horas, estaba anonadado, a penas y recordaba todo lo que allí había: un collage que bien podría tratarse de los primeros días de un bebé o los últimos de alguien. Lo que quiero decir es que me conmovió, barajé la posibilidad de llevármelo al viaje, pero ya llevaba otros libros que leer así que lo dejé, si quieres tomarlo está bien, es bastante bueno y lo dejé sobre uno de los estantes del librero, el que está al lado izquierdo de la ventana, lo vas a notar en seguida su portada es azul profundo.

Ah, pensar que me faltan otras nueve horas más hace que me duelan mis nalgas, es terriblemente incómodo estar sentado tanto tiempo, me levantaré dentro de poco para caminar, así que terminaré por hoy ésta especie de carta (es un poco anacrónico, pero ¡ey! Le da un halo de solemnidad a todo esto que va pasando) de todos modos seguiré enviándote mensajes sobre como van las cosas en general, las “cartas” las apartaré como pequeños resúmenes.
Hasta la próxima. Te mando muchos abrazos. 

En lo que encuentro qué escribir. Parte 1.

  Nunca supe como elegir libros Este blog lo comencé hace ya tres años. Esperaba poder verter en él reflexiones sobre lo que leía, de primer...