Acostado
con las luces apagadas puedo darme cuenta de que siempre tengo un claro-oscuro
en mi habitación, mi ventana jamás ha tenido cortina y los faroles alumbran un
poco, antes de dormir veo el techo dividido. Pienso que algún día aparecerá una
imagen con respuestas a todas las preguntas y preocupaciones que he tenido
antes de cerrar los ojos. Respiro tan hondo como puedo, deseo sumergirme entre
la luz y la oscuridad, nunca lo logro, pero tampoco dejo de intentarlo, llevo
años viendo el techo, blanco con irregularidades que le dan relieve. A veces me
gusta pensar que se trata de un inmenso océano con fosas y cordilleras
inmensas, tan inconmensurable que solo queda flotar, cual hoja en el río.
También
hay algo de anti-profético en él, pienso que tiene memoria y puede proyectar
los actos pasados. “Pasaba frente al edificio con las esperanzas de encontrar
un camino. Los sonidos se amplificaban cuando veía las ventanas con tendederos,
los cables enmarañados en los postes y a la gente pasar con sus mochilas.
Algunas veces tuve miedo, otras más alegrías…pude sentir de todo al caminar por
esta calle”. Los recuerdos vívidos son como asomarse a un balde lleno de agua y
ver el reflejo, siempre cambiante, impreciso, pero siempre presente. Allí no se
puede mentir. “Cuando subía las escaleras siempre tenía deseo de sorprenderme,
casi siempre lo lograba, pero ese día la tristeza era profunda. Claudicar era
lo único en lo que pensaba, no entendía por qué. Lloré amargamente antes de
entrar al aula, no había motivos o necesidad, lágrimas de más…” Lo interesante
es ver como el rumbo a cambiando, a veces para bien, otras para mal. “Aún lo
recuerdo, ¿sabes? Como eran las tardes de huir a … solo a perder el tiempo,
porque no teníamos dinero suficiente. Ahora pienso que fue lo mejor, conocí a
gente que hoy ya no existe, no murieron, pero los caminos dejaron de
entrelazarse…y a muchos corté al caminar. Si pudiera agradecer las horas cerca
de la fuente, me harían falta tres vidas para hacerlo…” Las palabras, como hace
poco oí en una película, son la magia más poderosa: Pueden ser tan longevas
como el bismuto o tan efímeras como una flor.
Muchas
veces, el techo repite incansablemente esos recuerdos, pero yo también tengo
mis propias proyecciones, la finitud es una motivación enorme y los recuerdos
es vivir más de una vez. “Aquel abrazo, yo, tendría que pensarlo ¿Hay algo que
pensar realmente? Ya hablé con […] ella no sabe si siente lo mismo, pero no es
posible que no haya sentido lo mismo al abrazarme. Quiero seguir adelante con
esto” Creo que tantas veces fui apresurado al expresar lo que sentía, sin
embargo, la pregunta sigue ahí: ¿Estuvo mal hacerlo? La respuesta definitiva
aún no la tengo, a pesar de ello, mi intuición dice un rotundo NO. “Te amo,
perdón, perdón, lo dije, lo sé, lo sé, aún es apresurado, pero así lo siento y
quería que lo supieras. Ah, tan tonto yo, no debí soltar el freno, espero que
aún quiera estar conmigo” Sin embargo, siempre culmina en mi reflejo, verme
morir un poco a cada mañana, las flores se marchitan y cada vez el agua se va
aclarando, disipando todo lo que alguna vez fue. Y sigo ahí, pase lo que pase,
viendo el reflejo: ¿Eso es lo que seré?
Parpadeo
y miro a mi alrededor, está oscuro, pero puedo reconocer algunos objetos del
lado iluminado: juguetes pequeños que conservo, los recuerdos que mi amada me
ha traído de sus viajes, nuestra fotografía, los cuadernos, mi diario, los
libros que tengo a la mano en mi escritorio. Todo parece congelado, si escucho
con mucha atención, cada objeto susurra su historia, las fotografías el momento
y la respiración de la madera es nítida, ella ha visto y sentido todas estas
historias. Ha sido empapada por lágrimas de antaño, ella escucha y recuerda,
entre sus grietas se esconden las vidas de todo objeto de la habitación, la más
vieja es la más sabia también.
Una
vez más mi mirada está hacia arriba, el agua en calma y mi rostro aún sigue
ahí, no sé lo que viviré hoy, me intriga mucho saber si puedo recordar todos
los detalles. Al fin y al cabo, el tiempo es como las olas, van y vienen,
podrían ser la misma agua, pero jamás lo sabremos con certeza. Lo que si puedo
decir es que la brisa y la espuma siempre se sienten como la primera vez, a
pesar de que no logre recordar aquella primera vez. Tal vez ahí, esté el
secreto para poder descifrar al tiempo ¿Quién puede saberlo? Ahora se me ocurre
una pregunta más, no creo que sea muy popular: ¿Vale la pena preguntar por
aquella primera vez?