martes, 25 de diciembre de 2018

Mi Filosofía de A a B y de B a A (Andy Warhol).


El Ratón Lector hoy se viste de colores neón, saca sus cuellos de tortuga, desempolva esos tacones cubanos que tanto dieron de si hace unos 50 años, para hablar del rey del arte plástico, el arte de las masas, el arte que se burla de su condición hampártica, el amante de los ídolos de plástico: Andy Warhol. 
No hay más que decir, solo esas dos palabras nos hablan de una época, el rostro de la producción en masa deben ser sus obras: impresas al infinito sin ningún tipo de originalidad, solo un material de consumo ¡Qué fiereza la suya! (¿O a caso audacia y engaño?). Y, para culminar de una manera bastante fuera de tono, él concibió un libro, dónde queda clara su idea de la época y de la misma influencia que el tenía sobre esta sentado desde su trono de aluminio y hierro en "The Factory" o en un hotel lujoso en Venecia o en su apartamento en nueva York o a caso en una fiesta repleta de drogas y música. Para tener las ideas claras para comprender la obra que ahora se presenta hay que pensar en la sociedad norteamericana de los años 60: rebeldes ante el panorama peligroso que representaba la guerra fría que se disputaban los bloques capitalista y socialista, la incansable búsqueda de un motor fuera de los estándares anteriores, luchas por la libertad de expresión, raciales, feministas, de izquierda, etc.; una revelación sexual que no tenía precedentes...los sesentas eran años de cambio con olor a mezcalina y sabor a LSD. Andy, quién era un "científico", comenzó a experimentar los achaques emocionales de los excesos que día a día se encontraban hablando con el por teléfono (un/una B) solamente para encontrar los absurdos de aquel estilo de vida. 
A través de diversas historias y pensamientos, una faceta poco conocida de Warhol aparece: el humanista, el Andy que no contestaba con monosílabos, quién es crítico de su época y de sus excesos, de sus contradicciones, de su dura y enfermiza adicción al dinero; sus ídolos de plástico intercambiables, los quince minutos de fama para luego desaparecer en Hell's Kitchen o morir con una aguja de heroína. Aunque no todo es una terrible visión de los años donde las imágenes de Marilyn eran canon, también se rescatan algunas virtudes como la búsqueda de la humanidad que de pronto se aleja de los mismos humanos a través de la recuperación de las antiguas experiencias y de la, casi desesperada, necesidad de consuelo ante un mundo que se vuelve extrañamente hostil con una máscara sonriente. 
Las historias que se narran tienen siempre un toque de humor que a lo largo del libro hace que los temas no sean demasiado agresivos para los lectores y se puedan exponer de manera original a través de ese toque que solo el humor puede dar, sin embargo, hay una historia donde la escritura se vuelve turbia, con una consistencia parecida a la de la brea, y es la historia de Toxic, no habrá detalles en esta presente entrada ya que, considero, es uno de los pasajes con mayor peso emocional y que retrata la ferocidad del mundo en el que vivió Andy (y que ahora no ha cambiado demasiado de forma). 
Cabe preguntarse si estos pensamientos y estas críticas son aplicables aún en nuestros días, la respuesta es sí. La nuestra es una sociedad hiperconsumista, dónde la política se ha hecho hija de la enconomia alejándose de su antigua progenitora la filosofía ; una sociedad donde el marketing se ha vuelto el Leviatán moderno, un monstruo que hemos dado a luz entre empaques de plástico, botellas de Coca-Cola vacías, discursos vacíos y líderes insulsos. Se venden ilusiones, se vende estatus, se vende la vida de muchos ¡Qué decir del aparato mediático! El mundo quiere ser parte aunque sea unos minutos de la televisión, participar en los programas dónde se contrabandea su imagen hasta el hartazgo, quitando cualquier atisbo de sentido común o humanidad de los que no tienen la fortaleza para poder jugar con el sistema sin morir en el intento. Se crean ídolos de plástico, inclusive más baratos que los de hace 50 años. Admitir que se vive dentro de este sistema que acaba con todo a favor de las necesidades inventadas y de la hiperproducción es un paso seriamente triste y difícil pero que da la oportunidad de voltear a ver el problema de frente para poder ayudar a revertirlo. 
La lectura de este libro es primordial no solo para conocer más a fondo al casi mítico Andy Warhol sino también para empatar la historia del siglo XX con la que ahora vivimos, una historia donde ya casi no quedan caras felices y la decadencia es palpable pero sin olvidar lo que realmente nos caracteriza: la humanidad (Además de ser una lectura amena y divertida).


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