lunes, 4 de marzo de 2019

La embriaguez de las palabras.


Entrar en un bucle emotivo repleto de rechazo e incluso desesperación de lo que se vive es una verdadera cruzada dantesca. No hace mucho, recordé una línea de la película Bohemian Rhapsody donde Rami Malek, en el papel de Freddie Mercury, le dice a Mary:  Ser humano es un estado que requiere anestesia. Es una fuerte frase respecto a la condición terriblemente humana a la que estamos sujetos. No es difícil pensar, sabiendo esto, que el excederse alguna vez suele ser de ayuda para olvidar lo que se sufre o, al menos, dar el mejor esfuerzo por quitar la carga que invariablemente cargamos. Es un Sísifo constante en la vida de cada uno de los que tienen un temblor en el cráneo y un vacío en el corazón, no es de extrañarse. Soportar las cadenas autoimpuestas no es trivial, de hecho, es una tortura que se vuelve insoportable. Estas cadenas son tan variopintas, tan variadas que no se pueden ya clasificar, cada eslabón tiende a separarse cada vez más de los que nos rodean hasta culminar en un sillón enfrascado en estar solo, sin ruido, sin tiempo…sin sentido, la sensación de suicidio en todas sus vertientes es la que comienza a nacer bajo la desesperación de encontrar aquello, llegar aunque sea por un momento a lo absurdo y fundirse en él sin miedo y sin el más remoto esfuerzo por ser rescatados.
Es verdad, luchar contra esto es como tratar de vencer lo que se ha hecho a lo largo de la vida de cada quien, inútil, inútil, pero saber que es tan lejano y que separado de todos hacer que exista la seguridad de que, a la mañana siguiente, eso sería poco menos que una sombra que pasó dejando tras de si una estela de alcohol y lágrimas. Es tan absurdo que después de poder entrar en un periodo lleno de carcajadas, sonrisas y juegos sea tan rápido el descenso…no es tan sencillo, jamás lo es. Desde el inicio se condena al absurdo, a la destrucción total de la oportunidad que pudiese existir de transformar todo aquello en un grito que se pierde en aquella canción que se balbucea sin ton ni son, todo se vuelve exactamente igual: las voces, los gestos, las bebidas, las ideas, la música. Es el momento “Nihilista” de la noche, nada importa, todo está genuinamente permitido. Pero no es así de sencillo, jamás lo es, por que se huye de uno mismo, siempre se tiene miedo de lo que nos lleva poco a poco a ese lecho donde la muerte nos aguarda impaciente, creo que es por ello que los vicios no dejan de pasar, es una salida rápida, sin dolor, una ventana abierta para saltar y poder destruir el espejo que grita frente a la dañada imagen que está del otro lado.
Replicar contra el amor dentro de esta espiral, vaya basura, ser marcado por el hierro del autodesprecio tiene sus fuertes achaques sobre la memoria de cada quien que las viva. Un gusano que se desvive dentro…consume, muere, renace y vuelve a comer… ¿El amor existe mientras se está hundido? Por supuesto que no, ni siquiera es frágil, simplemente es inexistente. La posibilidad se diluye tras cada trago o bocanada, nada suele salir bien, palabras que se pierden en la deriva de un deseo inalcanzable que solo es ampliada por el sabor de una cerveza o algún licor (barato).
En fin, solo es diversión o solo un poco de sedantes para esa condenada humanidad de cada quien.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario

En lo que encuentro qué escribir. Parte 1.

  Nunca supe como elegir libros Este blog lo comencé hace ya tres años. Esperaba poder verter en él reflexiones sobre lo que leía, de primer...