Entrar en un bucle emotivo
repleto de rechazo e incluso desesperación de lo que se vive es una verdadera
cruzada dantesca. No hace mucho, recordé una línea de la película Bohemian Rhapsody donde Rami Malek, en
el papel de Freddie Mercury, le dice a Mary: Ser
humano es un estado que requiere anestesia. Es una fuerte frase respecto a la
condición terriblemente humana a la que estamos sujetos. No es difícil pensar,
sabiendo esto, que el excederse alguna vez suele ser de ayuda para olvidar lo
que se sufre o, al menos, dar el mejor esfuerzo por quitar la carga que
invariablemente cargamos. Es un Sísifo constante en la vida de cada uno de los
que tienen un temblor en el cráneo y un vacío en el corazón, no es de
extrañarse. Soportar las cadenas autoimpuestas no es trivial, de hecho, es una
tortura que se vuelve insoportable. Estas cadenas son tan variopintas, tan
variadas que no se pueden ya clasificar, cada eslabón tiende a separarse cada
vez más de los que nos rodean hasta culminar en un sillón enfrascado en estar solo,
sin ruido, sin tiempo…sin sentido, la sensación de suicidio en todas sus vertientes
es la que comienza a nacer bajo la desesperación de encontrar aquello, llegar
aunque sea por un momento a lo absurdo y fundirse en él sin miedo y sin el más
remoto esfuerzo por ser rescatados.
Es verdad, luchar contra esto es
como tratar de vencer lo que se ha hecho a lo largo de la vida de cada quien, inútil,
inútil, pero saber que es tan lejano y que separado de todos hacer que exista
la seguridad de que, a la mañana siguiente, eso sería poco menos que una sombra
que pasó dejando tras de si una estela de alcohol y lágrimas. Es tan absurdo que
después de poder entrar en un periodo lleno de carcajadas, sonrisas y juegos
sea tan rápido el descenso…no es tan sencillo, jamás lo es. Desde el inicio se
condena al absurdo, a la destrucción total de la oportunidad que pudiese existir
de transformar todo aquello en un grito que se pierde en aquella canción que se
balbucea sin ton ni son, todo se vuelve exactamente igual: las voces, los gestos,
las bebidas, las ideas, la música. Es el momento “Nihilista” de la noche, nada
importa, todo está genuinamente permitido. Pero no es así de sencillo, jamás lo
es, por que se huye de uno mismo, siempre se tiene miedo de lo que nos lleva
poco a poco a ese lecho donde la muerte nos aguarda impaciente, creo que es por
ello que los vicios no dejan de pasar, es una salida rápida, sin dolor, una
ventana abierta para saltar y poder destruir el espejo que grita frente a la dañada
imagen que está del otro lado.
Replicar contra el amor dentro de
esta espiral, vaya basura, ser marcado por el hierro del autodesprecio tiene sus
fuertes achaques sobre la memoria de cada quien que las viva. Un gusano que se
desvive dentro…consume, muere, renace y vuelve a comer… ¿El amor existe
mientras se está hundido? Por supuesto que no, ni siquiera es frágil, simplemente
es inexistente. La posibilidad se diluye tras cada trago o bocanada, nada suele
salir bien, palabras que se pierden en la deriva de un deseo inalcanzable que
solo es ampliada por el sabor de una cerveza o algún licor (barato).
En fin, solo es diversión o solo
un poco de sedantes para esa condenada humanidad de cada quien.
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