miércoles, 6 de febrero de 2019

La Visita

La visita

A Alejandra Pizarnik.
A penas despierta el alba cerca de la cama e impaciente tomé el vaso de diamantes, a mi lado vociferaba una presencia extraña, sus verdes palabras no entendía, fulgurante como la bocanada cuantiosa de fumador. Levantóse con una mirada demacrada lánguida y espeluznante como el tiempo ¿Sería el arrebato de la adrenalina? el vacío de sus párpados respondían casi invisible abrió la puerta del baño. ¿Debía escapar ahora por la ventana? O tal vez con un trago grande de Damiana cómo fuese ya estaba atrapado, mosca y araña, Salía reluciente, sus tallas grandes limpias pero su rostro, el rostro de un revólver en la sien. El desayuno fue a penas menos normal suspiraba a la par de los destellos matutinos: azúcar, huevos, tocino, café, codeína, heroína... Balanceado, sin palidez ni reposo, honesto No parecía querer comer ¿Cómo querría? La fe se diluyó en un cielo lleno de nubes no necesitaba un abrigo, tengo lo que quiero. Las caricias de su mano eran insufribles, témpanos alargados, un sollozo ártico... pero no quería que parase, ni hoy ni nunca. Tendría tantos años como el tiempo mismo no importaba, el desfiguro de su mirada tenía el enigma perfecto, el toque caluroso, su piel tan plateada y fría como la baranda. ¿Quién era? ¿Por qué es tan inquietante? No busqué más respuestas, si acaso más preguntas que pensaba no serían contestadas: -Tus iris son tan obscuros, tu cabello largo, tu boca púrpura, tu tez tan blanca y apacible. ¿Quién eres? ¿Por qué eres tan inquietante? -No soy quien para responderte, silencio, qué las voces inocentes no saben dónde estoy, a penas un rumor soy, no necesitas más. Ahora manda eso que llamas razón al baúl. Tu voz es accidente, eres una maldición. Maltrecho, me quedé suspendido, arrodillado ¿Quién soy? ¿Por qué soy tan inquietante ? Pasé de largo de la presencia, "Sin despedir, por favor" decía una imagen que no recuerdo. Tomé la cama como refugio a todo aquello. El día se tornaba más caluroso con estrías supuraba un olor a amizcle y alcanfor. Por fortuna desperté para ver qué no se iba. -No quiero que me encuentren las voces inocentes, perdidas en un vórtice estúpido. Apuntalada en el sofá fumaba, silenciosa, realmente era difícil saber si existía efímera, etérea como la virtud, mentirosa risueña de lo que sea que pasara frente la TV. -Existir tiene ventajas pero prefiero no hacerlo. La luz dejó de reclamar las calles y cedía frente a la obscuridad que inunda a los rincones, cómo si de una señal se tratara, se levantó. -Voy al dormitorio, necesito irme de aquí, las voces inocentes me reclaman, debí volver. Respondí que si mientras caminaba con ella, -Mientras me alisto ten la amabilidad de irte, prepara el te que tanto amo: Cicuta y jengibre. Esta noche hablo con esas voces y las otras. Cerró la puerta y yo obedecí al momento. El brebaje era apetitoso, quise probarlo, pero no se juega con lo ajeno, esperé en la entrada. Bajó envuelta en una capa multicolor extraña, de ahí en fuera parecía normal tal vez más pálida. En cuanto vio la bebida, la tomó completa. Con un fuerte grito cayó al suelo para levantarse cómo nueva, llena de energía y color. -Me voy, es la segunda misiva del día. Tu no eres de voz inocente por eso estoy aquí, tu tiempo se ha agotado y el mio también. Vuelve a tu cama y contempla los días. Se fue, misteriosa, tomando un taxi verde hace años que no veo uno así, será especial o solo un poco anticuada, cómo fuese. Regresé a mi habitación y dormí plácidamente. Ya nada me preocupa, nada siento, todo se desvanece y puedo contemplar los días.

Por: Miguel Angel Díaz Gutiérrez.

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