jueves, 18 de abril de 2019

Sobrenoche y sonambulismo (Tres partes).

A pesar de lo que se pueda pensar, escribir un poema conlleva componer en algunas líneas lo que sobresale del pecho y punza la cabeza, siempre es sentarse sobre un pentagrama en blanco que espera a hacer llenado. Componer lo que se tiene dentro es tan complicado como encontrar orden, el caos es imperante, es la misión de las letras ordenar esa súbita ola de cataclismos y convertirlo en algo con lo que la naturaleza se sienta identificada.
Tan solo, gente que me lee, el hacer este poema dividido en tres partes ha sido un examen a los últimos meses, no sé si vengan más, lo más probable es que si, pero la fuerza de este es, por lo menos para mi, sobrecogedora y reta lo que es capaz la pluma de escribir (en este caso el teclado), si no fuese retador, no sería algo digno de escribir ¿O si? Si algo logra este poema, si logra hacer sentir algo, me encantaría saber en los comentarios qué es lo que logró. Sin más dilaciones, he aquí, Sobrenoche y sonambulismo (tres partes).


Sobrenoche y sonambulismo (tres partes).

“Yo no quiero que la gente alce sus ojos en éxtasis al entrar yo a una habitación, yo quiero dar y que me den, y quiero la soledad para desplegar en ella mis posesiones”.
-Woolf, Virginia. (Las Olas).
I

La transparencia se desdibuja
por el paso del tiempo hastiado
la culpa nada tiene que hacer,
el recuerdo inquieto me asalta.

El intento de cegar la memoria
falla, llora desesperado el tiempo
tropieza impío con tu fotografía
de la noche que te llevó aquí

Tu latencia crece con la lluvia
el aroma delicado de las horas
sobreviene a tu cuerpo cansado
cierran tus ojos ahora carmesíes.

A pesar de la cuesta, tu brillo
encerrado en tus labios vive
como una promesa presente
eterna en los recodos del mundo
la llama incesante e imperecedera.
de un suplicio interminable.

II

El júbilo de la promesa, vereda colorida,
el laúd rítmico del allegro con brío,
del abrazo templado y las flores etéreas;
sombrea sobre el clamor de la historia.

Pasos taciturnos y ligeros sobre el asfalto,
la misma caminata en la noche más brillante
despertada por la radiante sonrisa tranquila
que regalas a penas tus ojos se humedecen.

¿Qué decir del día? Si el sol temeroso alumbra
tu piel de ébano y el aroma a café riega el lugar.
El silencio me invade, lo impensable se hace real,
luces obscuras que caen sobre mi árbol amarillo
¿Cuál es el principio? ¿Cuándo es el final?

Si tan solo sostuviese más tiempo tus manos
el sobrio palpitar del corazón que siente
aquel que tanto has procurado proteger
en el idealismo de una vida sonámbula.

De los jirones de la piel nacen los arboles nuevos
con raíces intranquilas, encerradas entre brasas,
coronas de diamante que sostienen las agujas
se incrustan en las llagas de los troncos lastimados
las horas se pinta de gritos rojos ahogados en lágrimas.

III

El antiguo paso del sol a penas y surtió efecto en mis manos, solo siento el trigo que quedó detrás, el recordatorio que este laberinto se hace más extenso a cada paso que doy. Se entrelazan las calles ruidosas, la calma solo puede vivir en la imaginación de quien prefiere el olor impío de las baldosas de piedra encerradas en ataúdes. No puedo huir de lo que no entiendo, y las preguntas no dejan de revolotear en mis cienes, las mil y una agujas en mis rodillas son imaginarias, pronto se irán, lo sé, se perderán entre los escaparates y las luces de esta ciudad. Las sombras son largas, no desaparecen en ningún momento, no pueden ser verdad ¿qué tan verdadero puede ser algo que tiene que ver conmigo? No, no, no…debería ser verdad para que pudiese existir a la par, no es una mentira ¿Qué tanto debe de esconderse las palabras que quiero gritar al cielo? Una injusticia que me somete, me apuñala por la espalda y me destruye cada vez que escucho un: Te amo. Nunca lo he estado y jamás lo estaré, dentro de la misma voz y el mismo dolor. Osar hablar con los altos edificios que espían mi llanto insoluble en las irremediables voces que me acompañan en el autobús es la prueba más complicada, sostiene mis pensamientos a penas por un hilo invisible que se extiende por todo mi cerebro.
En el encierro de mi habitación es cuando propino mis mejores lagrimas al tiempo perdido, a los kilómetros de huida, a la caída libre de escapar de la misma vida que hoy me amarra a esta hoja. No dudaría en ningún momento en arrojarla por la ventana. Decidí que me iré por el olvido, no quiero verme jamás en el espejo con la impropiedad con la que hoy lo hago…me arropo con la misma cara que ayer, cuando quería decirme que no cuando quería decir que si, no quise escucharme y ahora en los sofocantes cuatro parapetos quiero silenciar las voces sordas que me he encontrado.
Pero no tengo ya miedo. Arriba, mientras me quemaba, comprendí que el despojo de todo cuanto creía verdadero hizo que mi-verdad encontrara el camino para brotar, no quiero ir entre nogales y abedules esperando que los antiguos peces luminosos me traguen impiadosos. Trazando la hilera de mis pasos, las noticias que nacen de mí, las tranquilas imágenes del campo que dejé atrás, todo cuanto conocí y que desapareció en los brazos de un tornado, hoy vive en lo que antes aborrecía y hoy amo, en lo que antes amaba y hoy aborrezco, descubrí que puedo amar y también puedo odiar, desde la inmensa libertad que mi piel me da. Y todo puedo tenerlo, todo puedo alcanzar desde la soledad blanca de mi existencia, en la eterna búsqueda de mi derecho a ver las estrellas. 

 Por Miguel Angel Díaz Gutiérrez "El Ratón"

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

En lo que encuentro qué escribir. Parte 1.

  Nunca supe como elegir libros Este blog lo comencé hace ya tres años. Esperaba poder verter en él reflexiones sobre lo que leía, de primer...