Tan solo, gente que me lee, el hacer este poema dividido en tres partes ha sido un examen a los últimos meses, no sé si vengan más, lo más probable es que si, pero la fuerza de este es, por lo menos para mi, sobrecogedora y reta lo que es capaz la pluma de escribir (en este caso el teclado), si no fuese retador, no sería algo digno de escribir ¿O si? Si algo logra este poema, si logra hacer sentir algo, me encantaría saber en los comentarios qué es lo que logró. Sin más dilaciones, he aquí, Sobrenoche y sonambulismo (tres partes).
Sobrenoche y sonambulismo (tres partes).
“Yo no quiero que la gente alce sus ojos en
éxtasis al entrar yo a una habitación, yo quiero dar y que me den, y quiero la
soledad para desplegar en ella mis posesiones”.
-Woolf,
Virginia. (Las Olas).
I
La transparencia
se desdibuja
por el paso del
tiempo hastiado
la culpa nada
tiene que hacer,
el recuerdo
inquieto me asalta.
El intento de
cegar la memoria
falla, llora
desesperado el tiempo
tropieza impío con
tu fotografía
de la noche que te
llevó aquí
Tu latencia crece
con la lluvia
el aroma delicado
de las horas
sobreviene a tu
cuerpo cansado
cierran tus ojos
ahora carmesíes.
A pesar de la
cuesta, tu brillo
encerrado en tus
labios vive
como una promesa
presente
eterna en los
recodos del mundo
la llama incesante
e imperecedera.
de un suplicio
interminable.
II
El júbilo de la
promesa, vereda colorida,
el laúd rítmico
del allegro con brío,
del abrazo
templado y las flores etéreas;
sombrea sobre el
clamor de la historia.
Pasos taciturnos y
ligeros sobre el asfalto,
la misma caminata
en la noche más brillante
despertada por la
radiante sonrisa tranquila
que regalas a
penas tus ojos se humedecen.
¿Qué decir del
día? Si el sol temeroso alumbra
tu piel de ébano y
el aroma a café riega el lugar.
El silencio me
invade, lo impensable se hace real,
luces obscuras que
caen sobre mi árbol amarillo
¿Cuál es el
principio? ¿Cuándo es el final?
Si tan solo
sostuviese más tiempo tus manos
el sobrio palpitar
del corazón que siente
aquel que tanto
has procurado proteger
en el idealismo de
una vida sonámbula.
De los jirones de
la piel nacen los arboles nuevos
con raíces
intranquilas, encerradas entre brasas,
coronas de
diamante que sostienen las agujas
se incrustan en
las llagas de los troncos lastimados
las horas se pinta
de gritos rojos ahogados en lágrimas.
III
El antiguo paso
del sol a penas y surtió efecto en mis manos, solo siento el trigo que quedó
detrás, el recordatorio que este laberinto se hace más extenso a cada paso que
doy. Se entrelazan las calles ruidosas, la calma solo puede vivir en la
imaginación de quien prefiere el olor impío de las baldosas de piedra
encerradas en ataúdes. No puedo huir de lo que no entiendo, y las preguntas no
dejan de revolotear en mis cienes, las mil y una agujas en mis rodillas son
imaginarias, pronto se irán, lo sé, se perderán entre los escaparates y las luces
de esta ciudad. Las sombras son largas, no desaparecen en ningún momento, no
pueden ser verdad ¿qué tan verdadero puede ser algo que tiene que ver conmigo?
No, no, no…debería ser verdad para que pudiese existir a la par, no es una
mentira ¿Qué tanto debe de esconderse las palabras que quiero gritar al cielo?
Una injusticia que me somete, me apuñala por la espalda y me destruye cada vez
que escucho un: Te amo. Nunca lo he estado y jamás lo estaré, dentro de la
misma voz y el mismo dolor. Osar hablar con los altos edificios que espían mi
llanto insoluble en las irremediables voces que me acompañan en el autobús es
la prueba más complicada, sostiene mis pensamientos a penas por un hilo invisible
que se extiende por todo mi cerebro.
En el encierro de
mi habitación es cuando propino mis mejores lagrimas al tiempo perdido, a los
kilómetros de huida, a la caída libre de escapar de la misma vida que hoy me
amarra a esta hoja. No dudaría en ningún momento en arrojarla por la ventana.
Decidí que me iré por el olvido, no quiero verme jamás en el espejo con la
impropiedad con la que hoy lo hago…me arropo con la misma cara que ayer, cuando
quería decirme que no cuando quería decir que si, no quise escucharme y ahora
en los sofocantes cuatro parapetos quiero silenciar las voces sordas que me he
encontrado.
Pero
no tengo ya miedo. Arriba, mientras me quemaba, comprendí que el despojo de
todo cuanto creía verdadero hizo que mi-verdad encontrara el camino para
brotar, no quiero ir entre nogales y abedules esperando que los antiguos peces luminosos
me traguen impiadosos. Trazando la hilera de mis pasos, las noticias que nacen
de mí, las tranquilas imágenes del campo que dejé atrás, todo cuanto conocí y
que desapareció en los brazos de un tornado, hoy vive en lo que antes aborrecía
y hoy amo, en lo que antes amaba y hoy aborrezco, descubrí que puedo amar y
también puedo odiar, desde la inmensa libertad que mi piel me da. Y todo puedo
tenerlo, todo puedo alcanzar desde la soledad blanca de mi existencia, en la
eterna búsqueda de mi derecho a ver las estrellas.
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