martes, 3 de diciembre de 2019

Cafetería de la ciencia (1).

Buenas noches, tardes o días, éste es uno de los escritos que más había tenido ganas de hacer, sin embargo, la falta de preparación académica y la falta de inspiración me llevaron a postergarlo. Hasta hoy, gracias al debate entre Michel Foucault y Noam Chomsky, sin duda alguna es muy emocionante ver como estos grandes pensadores hablan de sus ideas con tanta soltura e inteligencia, por ello, dejo atrás la pena y poco de miedo para iniciar esta serie de posts sobre mi visión de la ciencia, en especial mi campo la química cuántica. Sin más, he aquí el primer post de cafetería de la ciencia. 

Pensar en el desarrollo científico de los últimos cien años, es hablar de una casi infinidad de ideas que construyeron y siguen construyendo el mundo en el que actualmente desarrollamos cada aspecto fundamental de nuestra vida. Hablar de la química bajo esta premisa es discutir sobre una de las ramas más fructíferas a nivel material que el desarrollo científico tuvo a bien aterrizar en conceptos, preceptos, principios, procedimientos, procesos, teorías y tecnologías que guían el progreso material que se vive desde hace más de los cien años antes propuestos. No obstante, prefiero atenerme a esta última cifra por que conlleva recordar la diversidad de rupturas que existieron específicamente en la física, las ideas divergentes de la mecánica cuántica y la mecánica relativista dieron dirección al desarrollo científico más puro, una clase de vida fundamental, sin más ambición que encontrar la configuración primera del universo que se abría poco a poco ante la mirada estupefacta de cuanta persona tuviera el deseo de buscar esas aparentes verdades (es ahora que se entiende la fascinación que crean los libros de divulgación física).

Para fines de este pequeño comentario, solamente se seguirá el razonamiento sobre la línea de la mecánica cuántica para su posterior traslación en términos de la química cuántica.

La perspectiva histórica desarrolla a la mecánica cuántica como una crítica a los fundamentos más elementales de la física, como lo es la mecánica Newtoniana, y que pronto instauraría un paradigma nuevo. El desarrollo de la idea, de primera mano, contraintuitiva, de una realidad que en sus bloques basales es de naturaleza probabilística fue un hecho que vino a ser debatido y, sobre todo, comprendido tanto por científicos como por filósofos, si bien es cierto que en los primeros años de la cuántica concernía solamente a científicos de alto calibre y a sus alumno, al pasar las dos guerras mundiales y el nacimiento de la sociedad tecnocrática, el debate científico tuvo la necesidad de politizarse, de tener un discurso. Ese discurso fue criticado por mismos científicos (Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Bohr, etc.) así como por la filosofía (Arendt, Kuhn, Feyerabend, etc.). La concepción de un mundo guiado por el avance científico fue de ayuda para la ciencia en general, mas, llevó a la no-comprensión de las ideas que se obtenían de este nuevo discurso científico, en especial, el de la cuántica, siendo para algunos la síntesis de sabiduría ancestral de distintos orígenes y para otros un disparate sin pies ni cabeza ¿Cómo se desarrolló entonces toda esa idea romántica de la exploración del universo a partir la contrariedad que presentaba la cuántica respecto a la experiencia personal y colectiva de quienes a penas aceptaban sus descubrimientos? La respuesta a esta pregunta se debe pensar en términos humanos, desde el propio planteamiento del lenguaje que promovió la creación de nuevos significados y significantes, es decir, una nueva concepción lingüística que ahora estaba siendo absorbida por el imaginario popular que era fascinado por el intento científico de definir lo que trascendía a nuestra propia experiencia humana sin recurrir a la metafísica, solamente mediante la física. Es, en mi opinión, una de las primeras razones por las cuales la cuántica ha maravillado desde principios del siglo XX hasta la actualidad, la búsqueda del verdadero carácter ontológico de la materia comenzó a volverse sobre la respuesta de la cuestión abierta por Copérnico a cerca de nuestra propia existencia, creyendo que bajo el razonamiento que ahora se iluminaba, la naturaleza humana quedaría desnuda (es claro que estas corrientes no prosperaron pero si hicieron mucho ruido, tanto que comenzaron las concepciones alternativas, desde las más inofensivas hasta las que resultaban en afirmaciones que poco tenían de científicas o siquiera de lógica).   

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