Buenas noches, tardes o días, éste es uno de los escritos que más había tenido ganas de hacer, sin embargo, la falta de preparación académica y la falta de inspiración me llevaron a postergarlo. Hasta hoy, gracias al debate entre Michel Foucault y Noam Chomsky, sin duda alguna es muy emocionante ver como estos grandes pensadores hablan de sus ideas con tanta soltura e inteligencia, por ello, dejo atrás la pena y poco de miedo para iniciar esta serie de posts sobre mi visión de la ciencia, en especial mi campo la química cuántica. Sin más, he aquí el primer post de cafetería de la ciencia.
Pensar en el desarrollo científico de los
últimos cien años, es hablar de una casi infinidad de ideas que construyeron y
siguen construyendo el mundo en el que actualmente desarrollamos cada aspecto
fundamental de nuestra vida. Hablar de la química bajo esta premisa es discutir
sobre una de las ramas más fructíferas a nivel material que el desarrollo
científico tuvo a bien aterrizar en conceptos, preceptos, principios,
procedimientos, procesos, teorías y tecnologías que guían el progreso material
que se vive desde hace más de los cien años antes propuestos. No obstante, prefiero
atenerme a esta última cifra por que conlleva recordar la diversidad de rupturas
que existieron específicamente en la física, las ideas divergentes de la mecánica
cuántica y la mecánica relativista dieron dirección al desarrollo científico
más puro, una clase de vida fundamental, sin más ambición que encontrar la
configuración primera del universo que se abría poco a poco ante la mirada
estupefacta de cuanta persona tuviera el deseo de buscar esas aparentes
verdades (es ahora que se entiende la fascinación que crean los libros de divulgación
física).
Para fines de este pequeño comentario,
solamente se seguirá el razonamiento sobre la línea de la mecánica cuántica
para su posterior traslación en términos de la química cuántica.
La perspectiva histórica desarrolla a la
mecánica cuántica como una crítica a los fundamentos más elementales de la
física, como lo es la mecánica Newtoniana, y que pronto instauraría un
paradigma nuevo. El desarrollo de la idea,
de primera mano, contraintuitiva, de una realidad que en sus bloques basales es
de naturaleza probabilística fue un hecho que vino a ser debatido y, sobre todo,
comprendido tanto por científicos como por filósofos, si bien es cierto que en
los primeros años de la cuántica concernía solamente a científicos de alto
calibre y a sus alumno, al pasar las dos guerras mundiales y el nacimiento de la
sociedad tecnocrática, el debate científico tuvo la necesidad de politizarse,
de tener un discurso. Ese discurso fue criticado por mismos científicos
(Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Bohr, etc.) así como por la filosofía (Arendt,
Kuhn, Feyerabend, etc.). La concepción de un mundo guiado por el avance científico
fue de ayuda para la ciencia en general, mas, llevó a la no-comprensión de las
ideas que se obtenían de este nuevo discurso científico, en especial, el de la
cuántica, siendo para algunos la síntesis de sabiduría ancestral de distintos
orígenes y para otros un disparate sin pies ni cabeza ¿Cómo se desarrolló
entonces toda esa idea romántica de la exploración del universo a partir la contrariedad
que presentaba la cuántica respecto a la experiencia personal y colectiva de
quienes a penas aceptaban sus descubrimientos? La respuesta a esta pregunta se debe
pensar en términos humanos, desde el propio planteamiento del lenguaje que promovió
la creación de nuevos significados y significantes, es decir, una nueva
concepción lingüística que ahora estaba siendo absorbida por el imaginario
popular que era fascinado por el intento científico de definir lo que
trascendía a nuestra propia experiencia humana sin recurrir a la metafísica,
solamente mediante la física. Es, en mi opinión, una de las primeras razones por
las cuales la cuántica ha maravillado desde principios del siglo XX hasta la
actualidad, la búsqueda del verdadero carácter ontológico de la materia comenzó
a volverse sobre la respuesta de la cuestión abierta por Copérnico a cerca de nuestra
propia existencia, creyendo que bajo el razonamiento que ahora se iluminaba, la
naturaleza humana quedaría desnuda (es claro que estas corrientes no prosperaron
pero si hicieron mucho ruido, tanto que comenzaron las concepciones alternativas,
desde las más inofensivas hasta las que resultaban en afirmaciones que poco
tenían de científicas o siquiera de lógica).
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