No
hallo ya la forma de escribir a cerca de ti, no sé cuáles palabras usar para
terminar de describir lo que hoy achaca mi pecho (te aseguro que es por ti).
Ya no es algo que se apiade de lo poco que queda de los antiguos atardeceres en
los pasillos rojizos del palacio, hace que vuelva a brillar tu rostro frente la
luz de los días. Se me corta la respiración y dejo caer mis ojos a tus
mejillas, tus labios y tus manos, rindo mis esfuerzos para no dejarme
hipnotizarme por tus palabras, el tiempo que mis oídos escuchan es etéreo, casi
nulo, se pierde entre las perlas escondidas detrás de una tarde lluviosa.
¿Cómo
olvidar esa noche? Si estuvimos deambulando bajo vítreas llamaradas y
escaparates obscuros. Si juntos hablamos hasta que la de plata mandó a regresar
nuestros pasos a la morada. Cuando las raíces de una ceiba alta y fuerte
afianzaron suelo, fértiles entre las ulteriores aves coloridas que decidieron
bajar y andar sobre la vida que crecía dentro de su vientre de tierra. Un tacto
suave, madera viva, el olor a vainilla, frambuesa y zarzamora, dos gemas que
brillaban a la par de la sonámbula luz callejera. Panoramas lejanos.
Sonidos
para los camaleones, que se esconden detrás de cada esquina, surgían cuando te
desconocías entre la sutileza del tiempo que pasa en el palpitar de las calles
trémulas. La sinfonía que con pocas luces se escuchaba alto en las paredes que
se desnudaban de poco en poco.
Mas
que entender cómo ha podido ya pasar el tiempo de vivir bajo el sombrío manto
de lo incierto, es aferrarse a una mota de luz que intenta desafiar a la muda
oscuridad, ya no solo se trata de atravesarla, se trata de volverla diáfana. Los
intentos a través de los libros han resultado sumamente vagos, sin espíritu o
la más mínima expresión de ellos mismos. Las formas no dejan de recordar a tus
labios, siempre tranquilos y llenos de la vida que se vierten sobre un campo de
flores silvestres. No es consiente, tiene un sabor casi etéreo, una sensación
de no estar pasando, el uróboros de una verdad que es detenida por el miedo y
el sin razón de la perdida.
Pero
las raíces han tenido su efecto y su estrago. Ya no queda más que la acera fría
por la lluvia, luz inundando las zanjas donde habrá agua en la próxima lluvia
de verano. Donde más de ellos pasarán y se aburrirán de los susurros urbanos,
aquellos que solo musicalizabas tú.
Muy bueno Ratón lector
ResponderBorrarMe gusto mucho!!
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